La economía circular es un modelo que promueve que los productos se mantengan el mayor tiempo posible dentro del mercado en lugar del ‘usar y tirar’.

De este modo, una vez que se adquiere un producto se usa el máximo tiempo posible y, una vez agotada su vida útil, se recicla bien entero bien por partes para darle una segunda vida. Desechando únicamente lo que ya es imposible de utilizar.

La primera consecuencia positiva de este modelo de consumo es el descenso de la presión sobre la producción de materias primas. Es decir, al reutilizar materiales de productos ya hechos no hacen falta tantas materias primas.

A más población más demanda de materias primas que, en su mayoría son finitas, y que provoca una sobreexplotación. Todo ello se reduce drásticamente al reutilizar productos o usar sus componentes como materias primas.

Esta reducción tiene, además, un impacto positivo sobre el medio ambiente. La explotación excesiva de recursos está llevando a la desertización de zonas o a la desaparición de especies. Esa presión disminuiría. Además, se reducen los gases de efecto invernadero provocados por la producción frenética para satisfacer la demanda de productos nuevos.

Ejemplos cotidianos de economía circular

En el día a día podemos participar de esa economía circular. Si se compra un pantalón vaquero, por ejemplo. En lugar de tirarlo la temporada siguiente para comprar otro similar, se usa hasta que se estropea.

Si no se puede utilizar más se manda a reciclar para que sus fibras se transformen en materias primas para producir otra ropa. O se cortan las perneras para transformarlos en pantalones cortos para verano y se le da una nueva vida. O se usa la tela para hacerse un bolso vaquero informal. 

Con todo eso se reduce el consumo, se usan menos materias primas y disminuyen los gases de efecto invernadero que provoca la superproducción.