La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel. Su característica principal es una sequedad extrema, lo que hace que aparezcan rojeces, descamaciones e irritaciones con mucha facilidad. Todo ello acompañado de picor.
La piel atópica no tiene cura, pero si se tiene un cuidado especial en mantenerla hidratada sí se puede conseguir minimizar los efectos.
Ducha corta y geles naturales
La humedad y el calor son contraproducentes para este tipo de piel tan sensible. Por ello, es recomendable que las duchas no excedan los diez minutos y, sobre todo, que se hagan con agua templada. Así no aparecen tan fácilmente las rojeces ni los picores.
También es muy importante usar aceites de baño o geles que sean lo más naturales posible, sin perfumes ni químicos y que hidraten y nutran en profundidad.
Cremas sin químicos
Al igual que con los geles, es muy beneficioso encontrar cremas faciales y corporales sin ingredientes químicos ni perfumes que sean calmantes y muy hidratantes. Si se aplican varias veces al día, mejor.
Fuera sintéticos
Al estar en contacto continuo con la piel también favorece la irritación de la piel atópica cuando se trata de tejidos sintéticos o de lana. Lo mejor es el algodón ya que no irrita la piel ni provoca picores y, además, atrapa la sudoración evitando que esa humedad irrite la piel.
No rascarse
La piel atópica no está continuamente irritada. Suele ser habitual intercalar períodos en los que la piel está aparentemente bien con brotes en los que aparece la rojez y el picor. En los momentos en los que aparecen los problemas es muy importante evitar rascarse para no provocar pequeñas heriditas en la piel que aumentarán la incomodidad y los picores.
Cuidado con la alimentación
Los alimentos que producen alergias o intolerancias también pueden provocar reacciones en la piel, por lo que es muy importante prestar atención a la comida para evitar ingerir lo que sienta mal.